miércoles, noviembre 29, 2006

Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo


Al narrar la pasión y muerte de Jesús, los cuatro evangelios coinciden casi en los detalles, lo que no indica la dependencia de ellos de una misma fuente, sino que los relatos de pasión y muerte constituyen el estrato más antiguo del Nuevo Testamento.

Sin embargo, la intención de todos ellos se orienta a que los lectores participen, uniéndose a la muerte del Señor y a sus sufrimientos. No se trata de un relato casual o fortuito, sino que todo el escrito se orienta a la muerte redentora de Cristo. Este hecho es el centro del anuncio apostólico, por lo que podríamos decir que a este hecho se le “antepone –como una larga introducción - el relato de la vida de Jesús”. Cada relato se oirenta a este fin y paulatinamente lo anuncia e introduce (p.e. Mc 8,31; 10,38): esta muerte será vista como una consecuencia lógica y necesaria de la predicación de Jesús.


2) La Muerte Salvífica, Vicaria y Sacrificial de Jesús según los Datos Bíblicos


La muerte de Cristo no es un acontecimiento sorpresivo o accidental en su vida: ya se va perfilando en el Nuevo Testamento. El anuncio podía venir por actitudes del pueblo o de parte de los jefes de Jerusalén, etc[2]. Él rechaza las instituciones religiosas judías[3], actuando con personalidad sobre ellas, fruto de su Misión. Por esta actitud será condenado, como una “agitador político”, que lleva detrás toda una carga religiosa.

a) La Muerte Salvífica de Jesús

La muerte del “Siervo, el Justo” anunciado por las Escrituras como misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado”.

b) La Muerte Vicaria de Jesús:

«Juan Bautista... manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7) y carga con el pecado de las multitudes (Is 53,12) y el Cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3). Jesús es el Cordero que carga con el pecado y las culpas de muchos, alcanzándoles el perdón. Toda la vida de Cristo expresa su misión: “Servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45)».

c) La Muerte Sacrificial de Jesús

« La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres (1 Co 5,7b; Ef 1,7) por medio del “Cordero que quita el pecado del mundo” y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándose con Él por “la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados (Mt 26,28)» [4]. Cordero: Su sacrificio de su vida va marcada por la obediencia, el carácter voluntario (Ef 1,7).


3) La Resurrección de Jesucristo: Datos Bíblicos, Valor Histórico y Teología.

a) La Resurrección de Jesucristo

Las Escrituras y la fe de la Iglesia dan a conocer que Dios ha resucitado a Jesús. Lo relatan los Evangelios y san Pablo hablará de ella más de un modo testimonial (1Co 15,3). La resurrección es un acontecimiento original sin antecedentes, realizado por Dios, que determina la historia, y que expresa que Jesús ha pasado a un nuevo modo de ser y de existir[5].

b) Datos Bíblicos

Los escritos bíblicos no tienen interés en presentar un estudio científico, sino que tienen el deseo de transmitir una Buena Noticia. Es un hecho objetivo, sin precedentes. Como relato es la base decisiva del anuncio del Nuevo Testamento.

Encontramos:
Fórmulas: Son las antiguas formas de predicación, profesiones de fe, fórmulas catequéticas o litúrgicas de los discípulos de Cristo; aquí encontramos especialmente restos de los «discursos misioneros» de Pedro y Pablo. P. e. Profesiones de fe (Rom4,24) o Himnos Litúrgicos (1 Pe 3,18).

Anuncios: Son textos que aparecen en la vida de Jesús y anuncian su futura resurrección. P.e. 8,31; Mt 16,21

Relatos: Textos que nos transmiten una realidad nuev con palabras y con imágenes de su tiempo; ello nos entregan el hecho de la Resurrección o su presencia resucitada a través de una narración. P.e. Mt 28,1–10.

c) Valor histórico

Como acontecimiento culmen de la fe, la resurrección de Cristo se inserta en la historia y la trasciende, pues abre la historia a una realidad jamás pensada, que trasciende lo normal y se incluye en lo misterioso. Ella anticipa la resurrección escatológica esperada por los creyentes.

El Sepulcro vacío (Jn 20, 1–10) y las Apariciones Corporales (Jn 20, 11ss)[6], son elementos que permiten corroborar el acontecimiento histórico de la Resurrección de Cristo «en un nuestra historia»[7].

«El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas... Así lo mostrará Pablo al escribir a los Corintios hacia el año 56... El Apóstol habla aquí de la Tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión [8]».

d) Teología[9]

La Resurrección de Cristo es una intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la historia. Las tres Personas actúan juntas a la vez. Se realiza por el poder del Padre que ha resucitado a Cristo, su Hijo, y de este modo introduce de manera perfecta su humanidad en la Trinidad.

Cristo se revela definitivamente «Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos». Es la manifestación del poder de Dios[10], por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la llamado al estado glorioso.


4) El Sepulcro Vacío y las Apariciones a los Discípulos[11].

El sepulcro vacío, que indica la Resurrección de Cristo, presenta la realización del acontecimiento fundante de la fe cristiana. La Resurrección es la verdad culminante de la fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como la verdad central.

a) El Sepulcro Vacío

En el marco de esta vivencia pascual, el primer elemento que se encuentra e el sepulcro vacío. En sí no es una prueba directa, pues la ausencia del cuerpo de Cristo podía explicarse de otro modo (Hortelano[12]); sin embargo, ha constituido un signo esencial: fue el primer paso de los discípulos para el reconocimiento del hecho de la Resurrección, como es el caso de las santas mujeres (Lc 24,322–23), de Pedro (24,12), del Discípulo amado (Jn 20,2).

Mc 16,6 «no está aquí»: es decir, “no está aquí en la muerte, está en la vida”.

Éste último, luego de entrar al sepulcro vacío y descubrir «las vendas en el suelo», vió y creyó (20,8), lo que supone que constató (20,5–7), en el estado del sepulcro vacío, que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto a simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro[13]. La nueva condición de Jesús – gloriosa – es distinta (no como la de Lázaro), por lo que no es fácil reconocerle.

b) Las Apariciones a los Discípulos

María Magdalena y las santas mujeres –que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús – fueron las primeras en encontrar al resucitado (Jn 20,11–18). Así se transforman en las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (Lc 24,6–10).

Jesús se apareció[14] a los Apóstoles, primero a Pedro, después a los Doce (1Co 15,5). Pedro ve al Resucitado antes que los demás y así da testimonio; de este modo es llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22,31).

Estas apariciones comprometen a cada uno de los Apóstoles en la constitución de la era nueva que comenzó en la nueva mañana de Pascua. En sus testimonios –de hombres concretos y conocidos –, la primera comunidad se fundará.




5) La Presencia de Jesús en la Iglesia y su Venida Gloriosa

a) La Presencia de Jesús en la Iglesia

Lumen Gentium:

– 5: «Jesús, después de sufrir la muerte de cruz por los hombres y de resucitar... derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre. Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de s Fundador... recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios»

– 7: «Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos lo pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo... Somos integrados en los misterios de su vida: con Él estamos identificados, muertos y resucitados hasta que reinemos con Él... Él hace que todo el Cuerpo crezca para Dios, compacto y estructurado mediante los ligamentos y articulaciones (Col 2,19). Él distribuye sin cesar los dones de los ministerios en su Cuerpo, en la Iglesia. Con ellos gracias al poder de Cristo, nos ayudamos mutuamente a salvarnos para que ... crezcamos por todos los medios en Él, que es nuestra cabeza»[15].

b) Su Venida Gloriosa de Jesús

Lumen Gentium:

– 48: «Al resucitar Cristo de entre los muertos, envió su Espíritu de vida... y constituyó a su Cuerpo, la Iglesia, como sacramento universal de salvación... Por medio de ella une a los hombres más íntimamente consigo y les da parte en su vida gloriosa. Por tanto, la restauración prometida que esperamos comenzó ya en Cristo, progresa con el envío del Espíritu Santo y por Él continúa en la Iglesia...

...El final de la historia ha llegado ya a nosotros[16] e incluso de alguna manera real ya está por anticipado en este mundo... Mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las creaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios (Rom 8,19–22)»[17].
[1] En lo que respecta a este tema seguimos lo señalado por Maximino Arias R., en Jesús, el Cristo, Curso Fundamental de Teología. Santiago 1997; p. 193.
[2] Cfr. Mc 8,31; Lc 4,29; Lc 13,33–34.
[3] Cfr. la relación de Jesús con la Ley: no rechaza la Ley, la plenifica, dando plenitud («a aquello que no alcanza su totalidad en sí») a las costumbres israelitas que se habían quedado en un mero ritualismo. Mt 5,17; Mc 12,38.
[4] Cfr. Gál 2,20; Rom 5,8–9.
[5] Rom 6,9.
[6] Cfr. además Mt 28, 1–10; Mc 16, 1–11.
[7] Ver CEC 640–647.
[8] CEC, 639.
[9] Cfr. CEC 648.
[10] Rom 1,3–4; 6,4; 2Co 13,4.
[11] CEC 639ss.
[12] Cfr. Jn 20,13.
[13] Jn 11,44.
[14] Esto es: se hizo evidente; sería una experiencia de Cristo presente distinta, no lo percibieron como Jesús.
[15] Cfr. 1Co 1,15–18.
[16] Cfr. 1Co 10,11.
[17] Véase además el n° 49 de la Constitución Lumen Gentium.

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