jueves, noviembre 02, 2006

LA ENSEÑANZA DE JESUS

1) El Reino o Reinado de Dios: Textos más importantes y Significado de esta Expresión.


“El reino de Dios está cerca” (Mt 3,2; 4,17), es el tema central de Juan bautista y el de Jesús.
En el antiguo testamento, Yahvé aparece como rey de Israel[1], lo cual implica que la vida debe regirse por la ley de Dios[2]. Esta realeza, de hecho no se da en el mundo por causa del pecado, por ende, debe ser restablecida por una intervención soberana de Dios y de su Mesías (Dn. 2,44).
Por su parte, Jesús anuncia que este reino ha llegado, pero no de una forma triunfalista, humana sino espiritual, como Hijo de hombre y siervo (Cf. Mt. 8,17.20), y así con su obra, arranca a los hombres del reinado de Satanás (Cf. Mt. 8,29; 12,25-28)
El reino aparece con comienzos humildes (Mt. 13,43), misteriosos (Mt. 13,11), aceptada por los humildes (Mt. 5,3) y rechazado por los soberbios y egoístas (Mt. 21,31-32) los que son excluidos del banquete de bodas (Mt. 8,12).
La expresión reino o reinado de Dios, expresa la absoluta soberanía de Dios sobre la creación, tiene un sentido más profundo y trascendente. Indica la presencia y actividad misteriosa de Dios en el mundo y en el hombre para liberarlos del mal y conducirlos a la salvación; esta presencia y actividad misteriosa se hace presente en la persona de Jesucristo.

2) Exigencias del Reino.

Reino de los cielos, según Mateo[3], Reino de Dios según Lucas, Jesús utiliza varias figuras tomadas de realidades conocidas por sus contemporáneos, por ejemplo, el trigo y la cizaña; grano de mostaza; la levadura; el tesoro y la perla; la red (cfr. Mt 13) el reino en sus inicios es pequeño, humilde, sencillo, todos están invitados a este reino, sin embargo, no todos pueden participar de él, sino solo los que están convenientemente preparados.
Condiciones para aceptar el Reino de Dios:
· Aceptarlo como una gracia (Mt. 20, 1-16)
· Tener un espíritu de pobre (Mt. 5,3), manso (Mt. 5,4) y humilde (Mt. 18,1-4).
· Hay que estar adecuadamente preparado, vestido (Mt. 22,11-13).
· Siendo el reino una gracia, los pecadores endurecidos no lo pueden recibir (1 Co. 6,9-10; Gal. 5,19-21; Ef. 5,5).

3) Las Bienaventuranzas

En el antiguo testamento, principalmente en los Salmos, expresan la felicidad que recae en quien sirve a Dios: Es bienaventurado el hombre que teme al Señor porque será bendecido (Sal. 112,1) con hijos (Sal.128,1-3.4-6). Bienaventurado es quien escucha (Prov. 8,32-36).
El ejemplo típico de las bienaventuranzas, en el nuevo testamento, son las de Mateo 5,1-12 y Lucas 6,20-23[4], con un matiz distinto, en razón de sus destinatarios.
Es así, que Mateo presenta las bienaventuranzas como un programa de vida cristiana, enfatizará, en la doctrina de los anawin[5].
Por su parte, san Lucas anuncia una inversión de situaciones de esta vida a la futura (Lc. 16,25). El sentido que tienen estas bienaventuranzas es más bien literal, material, dirigido a un auditorio que tiene problemas sociales, materiales.

4) El mandamiento del amor

La ley judía tenía un total de 613 preceptos, tanto restrictivos como positivos: 248 positivos y 356 prohibiciones[6], que tenían por objeto regular la vida religioso-civil del pueblo.
Ante la pregunta, de un fariseo: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» (Mc. 12,28-34; Mt. 22,34-40; Lc. 10,25-35), Jesús aporta de nuevo :
v La indisoluble conexión entre ambos preceptos, del amor a Dios y al prójimo;
v La universalidad del amor al prójimo, ya que abarca a los enemigos, (ver Mt. 5,43-48);
v La preferencia que aparece hacia lo más despreciable, lo más pequeño, lo enfermo, lo pecador;
v La unión de todo esto con la misma actitud de Jesús. El precepto del amor es el mismo Cristo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13,34)

El apóstol Pablo nos dirá que la plenitud de la ley es la caridad (Cf. Rm 13,10)

[1]Pero Gedeón les respondió: «No seré yo el que reine sobre vosotros ni mi hijo; Yahveh será vuestro rey.» (Jue. 8,23).
Pero Yahveh dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos (1Sm. 8,7)
[2] "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa" (Ex. 19,4-6)
[3] Su evangelio va dirigido a los judíos, y éstos evitaban, por respeto, pronunciar el nombre de Dios.
[4] Además de las anteriormente mencionadas, aparecen otras en los evangelios, en las cartas y en el Apocalipsis.
[5] En hebreo, “el pobre, los pobres”. Se designan a los llamados pobres de Yahvé, que son gente humilde, normalmente carente de bienes materiales, pero caracterizada sobre todo por su actitud religiosa, hecha de rectitud y confianza en Dios (Sof 2,3; Zac 9,9, etc.) y encarnados en personas concretas como los pastores, Isabel, Ana, Simeón, la virgen María y sobre todo Jesús (Cf. Mt 11,29)
[6] Cf. Jesús el Cristo, curso fundamental de cristología, Maximino Arias Reyero, Santiago, abril 1997, 7ª edición, p. 152.

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