jueves, octubre 05, 2006

JESUCRISTO EN EL NUEVO TESTAMENTO




Cristología de la Iglesia Primitiva

1) El Kerigma Cristológico de la Iglesia Primitiva

a) Término Kerigma

En un primer acercamiento debemos aclarar que el término Kerigma (κήρυγμα) proviene del griego clásico[1] y que indica una noticia de carácter público y generalmente vinculante, traída por un heraldo. En el NT designa el anuncio de la Buena Noticia (Evangelio) de la salvación por Cristo, hecho a los judíos y paganos.

Este anuncio no es un simple «informe histórico» de un acontecimiento ya ocurrido, sino que es el mismo acontecimiento que manifiesta eficazmente el mensaje de la salvación que contiene. De este modo la obra salvífica de Jesucristo se hace presente por obra del Espíritu Santo en la «palabra» aunciada por el apóstol[2].

¿Qué se anuncia?

El centro de este anuncio es El Misterio Pascual de Jesucristo:

*para la comprensión de Jesús (Fe en Jesús)

*y la autocomprensión del hombre (el perdón de sus pecados y triunfo sobre su miseria[3]) 1 Co 15,17–20; Hch 2,22–24.

Existen diversas Fórmulas Kerigmáticas (breves, medianas y largas) en la Igleisa primitiva que aparecen en los Escritos del Nuevo Testamento:


– Breves:

1 Tes 4,14: «Murió y resucitó...»
Podrían ser una misma,
pues no hay
gran distinción
– Medianas:
1 Tes 5,9ss: «Nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros...»


– Largas:
1 Cor 15,3: «Cristo murió...»


2) Jesús de Nazaret: los Evangelios Sinópticos, san Juan y san Pablo [4].

a) evangelios Sinópticos[5]

El anuncio que los Evangelios hacen de Jesucristo no está elaborado sistemáticamente, ni de modo epistolar, sino con un único interés de presentar el misterio de Jesús–Salvador.

San Marcos: Jesús «Hijo de Dios»
Busca hacer que el lector reconozca a Jesús como «Hijo de Dios». Para este fin lo pone en tres cumbres de la Revelación:

1) Cristo: «Evangelio de Jesus– Cristo + Hijo de Dios (1,1) 2 títulos

Cristo –Ungido– : apodo que se transformará en nombre propio en el evangelio. Para su mayor importancia irá acompañado por un artículo (el). En tres lugares claves: a) 1,1; b) 8,29 en el centro del evangelio, explicitado por Pedro (importancia propia); c) 15,39 ahora anunciado por un pagano

2) «Hijo del Hombre»: 14 veces, muchas de ellas unidas al dolor, a la pasión.

«Hijo del Hombre» (8,31), Hace referencia a la profecía de Daniel (7,13: que vendrá sobre las nubes). Es la presencia de Dios en el Antiguo Testamento.

3) «Jesús, el Cristo»:

El secreto mesiánico. Después de algún milagro, Jesús pone la condición de guardar silencio de su condición mesiánica (1,33.44)[6].

San Mateo:
Hace culminar el evangelio en la manifestación de Cristo que ha recibido soberanía universal (28,18). El reinado de Dios es el Reinado de Cristo: Jesús corona el pasado de Israel, dándole plenitud.

San Lucas:
San Lucas da consistencia al tiempo de Jesús que transcurre entre el anuncio profético y el de la Iglesia[7]. La vida de Jesús adquiere valor para el tiempo eclesial; el acontecimiento pasado se mantiene presente para siempre.

1) Jesús Profeta

2) Camino a Jerusalén:

Todo está organizado en camino a Jerusalén [8].

b) San Juan
En el cuarto evangelio Jesucristo es el Gran Revelador absoluto y definitivo, y su teología se centraliza en la Persona de Jesús[9], y para este fin se demuestran testimonios como el del Padre, del Bautista, de la mujer Samaritana, además de señales, que van revelando su Persona y su gloria[10].

Posee como punto de partida la afirmación de la preexistencia de Jesús como afirmación de su origen divino y muestra en Él la gloria del Padre. Así, expresa desde un comienzo p.e.:

Características del Evangelio

El Verbo:

«En el principio estaba la Palabra –eternidad
Palabra estaba con Dios [11] –eternidad junto a Dios–
Palabra era Dios –con un modo de ser divino–
Todo se hizo por ella... –en cuanto preexistente fue partícipe de la creación del mundo–

El Verbo eterno, se encarna, sin dejar su condición divina (v. 14). El pone su morada entre los hombres [12] y viene a los suyos –v.11s, y los suyos no lo recibieron.

*El Hijo:
Para muchos es el evangelio del Hijo por sus numerosas menciones como «Hijo de Dios»[13], y como «Hijo» en la relación con su Padre, relación de la que hace mención en repetidas veces (“el Padre, mi Padre, el Padre en mí y yo en el Padre...”). La unión con su Padre es perfecta en: Ser, amor, voluntad (10,18)[14]. El retorno a su Padre se realiza en su hora, hora de glorificación del Hijo al mismo tiempo que el Padre[15].

c) san Pablo
La reflexión que el Apóstol realiza de Jesús es basada en su contacto personal precisamente con el Jesús Glorificado[16], acontecimiento que se transforma en raíz de vida de Pablo.
Para él, será fundamental la paradoja del Señor “muerto y cucificado”, “muerte y vida”, “cruz y resurrección”, punto de partida para el desarrollo de la fe, al punto que el centro de su mensaje es el anuncio del Mesías crucificado (1 Co 2,2)[17], vinculando –desde sus raíces judías la esperanza israelita del Mesías con la paradoja de la actuación salvífica de Dios a través de la cruz.

Cruz y resurrección serán inseparables en el anuncio de Pablo: la debilidad asumida por Cristo, se manifiesta en la cruz, al mismo tiempo que en ella se descubre la fuerza de Dios. La cruz será para Pablo el lugar en que se cumple la muerte propiciatoria[18]. De este modo la cruz y muerte de Cristo son para Pablo el fundamento tanto para adhesión personal como para su cristología.

Dentro de la cristología paulina, podemos encontrar algunos títulos referentes a Cristo:

*Hijo de Dios:
La predicación paulina –luego de la conversión - comienza en las sinagogas con esta afirmación de Jesús como «el Hijo de Dios» o «el Hijo», en sentido absoluto[19]. Este título no será sólo un referente a Dios, sino que indicará la voluntad reconciliadora de Dios, que nos entrega a su Hijo único, y que nos hace hijos de adopción[20].

*Kyrios:
Este es un título muy frecuente en Pablo, en unión con el nombre Jesucristo y en muchos pasajes con la añadidura Nuestro[21]. Para Pablo, Jesucristo es una Persona viva y actual, rodeada de reverencia, al tiempo que también es cercana, pues su conocimiento y relación es personal (Flp 3,8). Cristo posee un Señorío sobre vivos y muertos[22].


3) La Cristología en el Apocalípsis.

La apocalíptica posee el sentido de presentar «el futuro» en los momento de dolor y sufrimiento[23]. Es por esta razón que aparece Cristo triunfante (Ap 1,8.17–18): es el Cordero degollado (Ap 5), pero triunfante, Señor de la historia de los hombres, que conduce y rige la Iglesia; la Cólera: signo de la manifestación de la verdad, del triunfo final sobre los enemigos de la Iglesia y establece las nupcias con ella, que simbolizan el establecimiento del Reino celestial [24].


4) Jesús ante los pecadores, los pobres, las autoridades.

a) Jesús ante los Pecadores y los Pobres[25]:

Según los Sinópticos[26], Jesús no se detuvo describir la naturaleza del pecado, sino que atiende a «los hombres alejados de Dios, bajo el poder del demonio, y necesitados de conversión y de salvación». El ministerio de Jesús y la dinámica del Reino tienen como rasgo esencial «la misericordia que puede suscitar lo más bello de una persona y grandiosas muestras de amor»[27].

Jesús ha venido en medio de todos y para todos, no para justos, sino para los que estaban sin esperanza alguna[28]. El Mesías, actúa con Misericordia ante los pecadores, para que así alcancen la verdadera conversión.

Además, Él quiere hacer que se reconozca en los pobres a los privilegiados, pues «de ellos es el Reino de Dios»[29]. Jesús así aparece como el «Mesías de los pobres» (Lc 4,18; Is 61,1).

b) Jesús ante las Autoridades:

Jesús, que ejerce su autoridad como servicio, reconoce las autoridades sociales de la época, pero siempre viendo las injusticias que cometen. Además, Él deja en claro el origen de toda autoridad, tanto en el cielo como en la tierra[30].


5) Jesús ante la Ley, el Templo, la Familia y los Discípulos.

a) Jesús ante la Ley y el Templo:

Ante los defensores de la tradición antigua tiene una actitud violenta, pero no ante la ley, pues en el Reino no ha de ser abolida, sino que alcanza su plenitud (Mt 5,17) en cumplimiento y sentido.

Mt 5,17:
«No destruir..., sino (llenar, dejar pleno) la Ley»: a la Ley le faltaba algo, por lo que Jesús le agregará lo que faltaba. Por lo que «dar cumplimiento» es completar, es reinterpretar lo que ya había quedado obsoleto[31].

Él re–ordena los preceptos dando principal cuidado a la justicia y la misericordia, descuidadas por los escribas y fariseos. Ahora será movida por el Espíritu y no por un puro ritualismo (Mc 12,28–31).

Ante el Templo, Jesús reprueba sus prácticas cultuales, condenando el formalismo (sólo rito). El Templo para Él es la «casa de su Padre», que en el momento de la muerte de Jesús, perderá el velo del santo de los santos como muestra de que lo antiguo pierde su sentido y función, siendo reemplazado por Cristo, su propio cuerpo[32].


b) Jesús ante la Familia y los Discípulos:

En los tiempos de Jesús, la familia era referencia y apoyo, pues por ella se adquiría honor y buena reputación[33]. En este sentido, llama la atención en la llamada de Jesús que tiene como exigencia para los discípulos el abandono de sus familias: es signo del abandono absoluto de seguridades, lo que incluye conflictos[34].

Sin embargo, la llamada de Jesús era una invitación para formar parte de una familia en la que todos somos hermanos y tenemos un Padre común[35]. Es el modelo que siguieron las primeras comunidades. Hay un nuevo lazo que une y que es más fuerte que el lazo sanguíneo: la fe.
[1] En el griego clásico es un sustantivo derivado del verbo κήρυσσειν (keryssein). Es de suma importancia destacar que el uso del término proviene del mundo antiguo (griego) en donde el rey mandaba anunciar una noticia que resultaría para el pueblo pública y vinculante: cristianos de los primeros siglos toman este significado y se lo apropian.
[2] He aquí la razón de porqué los que oyen el anuncio no pueden permanecer indiferentes, sino que son invitados a convertirse y creer.
[3] Jesús es salvador (literalmente), por lo que responde a mis necesidades de vida y salvación en plenitud.
[4] Es la Cristología que nos presentan los escritos por medio de títulos cristológicos; reflejan la visión cristológica del evangelista.
[5] Tomado de Xavier León–Dufour,Vocabulario de Teología Bíblica. Voz: Jesucristo. Herder, Barcelona. 1993.
[6] Esto s explica por la concepción de Mesías que tenía el pueblo judío. Rey, Sacerdote y Profeta: históricamente el Mesías se esperaba con estos rasgos. Jesús no quiere asumir la visión de la gente.
[7] Lc 16,16; Hch 2,1.
[8] Esto es signo de que cada autor dispone los elementos según su interés cristológico. El retrato de Cristo es más bien el de Salvador misericordioso, cercano a los pobres y a los pecadores (Lc 19,1–11; 5,17).
[9] En este sentido importa Jesús: su Persona, su Origen, su Misión, su autoridad, su destino, siendo Él de este modo el centro de la predicación, más que el modo de cómo realizaba tal función.
[10] Cfr. 2,11; 11,4.
[11] Considérese la expresión 1,1: (pros tón Theón) donde la preposición pro.j refiere estar “vuelto hacia”, “estar con”, indicando la intimidad de la Palabra con Dios (reflejo del Padre).
[12] Es un verbo aoristo, en modo indicativo de (–skenóo– vivir, habitar) e indica que la acción es considerada por el sujeto como definitiva o acabada. Además se relaciona con skhnή (–skené– “tienda de campaña, lugar de residencia” en alusión de aquella real presencia veterotestamentaria de Dios en medio de su Pueblo.
[13] Véase Jn 1,49; 3,18; 5,25; 20,31.
[14] Cfr. Jn 10,18; 14,31.
[15] Jn 7,30; 12,23ss.
[16] Es necesario reconocer que Pablo tenía un conocimiento previo al encuentro de Damasco, pero que, sin embargo, se trataba de un conocimiento según la carne (2 Co 5,16), es decir, no iluminado por el Espíritu.
[17] Véase además 1 Co 1,17–18.23–24; 2,2; Gál 5,11.
[18] Vr. 2 Co 5,14.19.21.
[19] 2 Co 1,19; 15,28; Preexistente Rom 8,3.
[20] Ef 5,2.25; Gál 4,1–7.
[21] Son cuarenta y siete veces, incluyendo Ef y Col. La añadidura Nuestro generalmente referido a la comunidad (Rom 1,4) donde Él esta presente de modo real y actuante, al punto que la evangelización es “obra del Señor” (1 Co 15,58).
[22] Rom 14,9.
[23] Cfr. Ap 1,1–3.
[24] Ap 6,15ss; 19,7;21,9.
[25] Considérese las Bienaventuranzas: que el AT utilizaba como fórmulas de felicitación a propósito de piedad, de sabiduría, de prosperidad: los pobres también participarán de estas bendiciones. Los hombres considerados de ordinario como desgraciados y malditos son felices, pues son aptos para el Reino, es una especie de «infancia espiritual»; Mt 5,3; 11,5; Stgo. 2,5.
[26] Lc 7,37–49: La mujer perdonada; 19,1–10: zaqueo; Jn 8, 1–11: mujer adúltera.
[27] Considérese que la Mujer, pecadora pública «lava, seca, besa y perfuma», imagen que perfectamente calza con la de una madre con su hijo: fruto de la misericordiosa actitud de Jesús y “a pesar de ser una pecadora, incluso pública”.
[28] Es necesario considerar la actitud de Zaqueo, el cual baja «a toda prisa», para recibir a Jesús: actitud común de aquellos que ya no teniendo nada responden desde su pobreza ante la manifestación misericordiosa de Dios. Cfr. Mt 4,22; Mc 10,50; 5,42; Lc 4,39; Jn 5,9.
[29] Lc 4,18; 6,20; Mt 5,3; Sant 2,5.
[30] Lc 22,27–28; Mt 20,25; Jn 18,36.
[31] Sólo alcanza plenitud lo que no estaba pleno; Cristo es la plenitud de toda realidad y tradición humana. Cumplir la Ley no es sólo realizar preceptos, sino que en Jesús la Ley alcanza Plenitud, Cumplimiento.
[32] En la amplitud del término y como efecto de lo señalado a propósito de la Ley; Jn 2,13–22.
[33] De ahí la importancia de las genealogías.
[34] Lc 9,57–62; Mt 10,34–36.
[35] Mt 23,8–9.

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